Primera Parte
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Desde que conocí a Giulliana en el Hall del hotel en San
José, siempre concebí una temporada en República Dominicana y no pasaron muchas
semanas para tomar el primer vuelo que me llevara hasta Santo Domingo. Luego de
vivir una odisea en migraciones y las aduanas, donde me revisaron hasta los
calcetines por el simple hecho de que iba desde Colombia, un agente
antinarcóticos me llevó por un pasadizo medio raro hasta dar con una habitación
solitaria donde seguro intentó buscar forma de sembrarme alguna maldad, ayudado
de su compañero, un tipo gordo con mirada de corrupto, dientes amarillos y
bigotes mal afeitados, fueron sacando mis cosas de mi maletín de mano,
murmuraban algo entre colmillos sin dejarme sobre mi humanidad, sus sonrisas
socarronas y miradas acusadoras. Recordé el que nada debe nada teme y como
siempre mi experiencia en todo los terminales aéreos del mundo me
ayudaron a guardar la calma y esperar el "asalto" animalesco de los
agentes. Revisaron hoja a hoja mis libros, ¿Qué demonios saben estos brutos de
libros? Me pregunté.
- Perdón señor, ¿dijo algo?
-No, siga pero que sea rápido porque mi vuelo sale en media
hora, exclamé.
Su respuesta ya conocida me hizo sonreír irónicamente y ante
la desesperación de los agentes de no poder acusarme de nada, mostré mi
incomodidad y cansancio. Seguro vieron los diplomas, invitaciones, premios
documentados, menciones, certificados y uno que otro documento que sus precarios
cerebros no podrían entender, hicieron que me dejara ir con una falsa y
repetida diplomacia:
- Señor disculpa por todo es la rutina, gracias.
Me importó un pepino su muestra de respeto y me marché con
prisa hacia el último salón para mostrar mi pass board y partir hasta Santo
Domingo.
Allí, en la entrada del aeropuerto estaba Brenda,
esperándome con un ramo de tulipanes bien arregladas con un peluche que
llevaba: "Bienvenido Ángel", Si yo lo que soy es el demonio en
persona, pensé.
Atravesamos la ciudad a bordo de un automóvil rojo que
habían contratado especialmente para mí, no podía disfrutar del panorama pues
apenas las luces del alba empezaban aparecer, reinaba el silencio y cada cierto
momento Brenda me mostraba con la mano que lugar era lo que acabamos de pasar.
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Cuando Brenda abrió la puerta principal de la casa, lo
primero que pensé fue, si buscar a Giulliana rápidamente y abrazarla o
recostarme a dormir, porque realmente me sentía exhausto por toda la travesía,
el tiempo no me dio para ninguna de las cosas porque la bella Giu estaba esperándonos
en la sala, bien vestida, con tacones muy altos, un vestido que mostraba su
bella figura, una boina gris que hacía juego con sus ojos y por su puesto una
sonrisa cautivante, mostrando sus bien formados dientes Colgate. Fue un abrazo
eterno, interminable y más sincero que había sentido con alguien que
apenas conocía hace poco tiempo.
La enfermedad no había golpeado la risa de mi amiga
Dominicana, ella siempre estaba con una mirada llena de vida, con ganas de
devorarse el mundo entero y yo agradezco que me hiciera parte de sus planes de
recuperación, esa calidez familiar, el amor sin hipocresía de sus amigos, su
perro lupo, todos esos detalles formaron un ramillete inmenso de esperanza en
su corazón.
*****
En verdad el hambre no me doblegó nunca, caminando por la
zona colonial de Santo Domingo, pensando que hacer o inventar para alegrarle el
día a mi amiga me encontré con el restaurant Le Patio Gourmet, el nombre se me
hizo muy familiar. - ¿alguna vez cené en este restaurant? Me pregunté. No, fue
la novela de algún autor Francés, que nombraba las cualidades culinarias
parisinas. Decidí entrar, pero jamás acostumbro comer solo, mucho menos
de noche pero la curiosidad y los avisos del estómago me empujó atravesar la
puerta del suntuoso lugar.
- Señor buenas noches, bienvenido a Le Patio, un francés muy
mal pronunciado de la mesera casi me hace desistir de mi aventura nocturna,
rodeado de decoraciones estilo barroco, con luces de Belle Epoque, La torre
Eiffel como principal cuadro y algunos poetas románticos, hacía del comedor una
mezcla entre la culteza y la religiosidad occidental.
- a lettre s'il vous plaît?
Haciendo alarde de mis conocimientos de un principiante de
francés, quise probar la reacción de la muchacha, sin imaginar que la bella
mesera me espetara diciendo:
. ¿Usted es colombiano o peruano verdad?
- Eres bella pero no es por eso que me gustas porque mi vida
está acostumbrada a la belleza femenina, le dije.
La dulce ironía de la dominicana desvaneció completamente,
su escondida arrogancia se convirtió en la más inocente ternura y su rostro
emergía un color rojizo, sin darle tiempo a alguna respuesta le rematé con una
pregunta que a muchas féminas les terminaría fulminando sus vanidades físicas.
- ¿Has ido al colegio alguna vez?
La bella mesera de ojos grises se marchó sin decirme nada
con ganas de vengarse de mí en cualquier momento, tal vez planificando mi
muerte apenas salga del restaurant.
Ordené Boeuf Bourguignon, la ternera francesa es una
delicia, en cada bocado me sentí culpable de haber lastimado la poca autoestima
de la muchacha, pensé la forma de enmendar grave insulto pero por ninguna parte
aparecía ella.
- Buenas noches, cenando solo, eso es muy inusual en este lugar.
Era una chica de aspecto muy raro, una especie de emo,
ignoré su aspecto y me presenté sin mucha ceremonia.
- ¿Soy Aracelly, puedo acompañarle?, también vengo
sola
No podía decirle que no, era inevitable decirle que no,
rápidamente le ofrecí una copa de vino y sin inmutarse aceptó la oferta. Algo
raro sucedía, cosa extraña estaba pasando pero ese momento no importó nada;
pues ya tenía una compañía.
- Ah estás leyendo a Colette Rabatè, es una excelente
escritora, yo leí ¿Eva o María?, me dejó asombrado, tomando entre sus
pequeñas manos el libro que me acompañaba esa noche ya casi fatídica.
Charlamos un poco de literatura francesa, ella ordenó una
entrada, plato a la carta y un postre, en todas mis comidas aún no había visto
una dama, comer de esa forma, realmente estaba sorprendido, finalmente ordenó
traer un vino de la mejor cava y con sello de Merlot 1998, me sentí muy extraño y bendecido a la vez porque mi
compañera de mesa sabía de literatura, de vino, de la gastronomía peruana, a lo
cual sus elogios fueron más que exagerados.
- La cuenta va por mí, espere.
Vi desaparecer la imagen de la mujer por la puerta que daba
al siguiente comedor, al rato y ante mi sorpresa la mesera que nos atendía
llega con otro vino en la bandeja. Si yo no ordené nada - pensé, No, fue
Aracely me dije y recibí el vino sin ninguna contemplación.
Pasaron más de media hora y mi nueva "amiga" no
daba señales de vida, una hora y el vino ya casi terminaba y empecé a
preocuparme, claro fui domado dulcemente por la "sabuesa" dominicana,
no fue su belleza sino sus conocimientos literarios.
Estuve dos horas allí esperando a "Godot" que
nunca volvería, balbuceé en silencio, reclamé a mi propia candidez y fui
acabando el último sorbo de merlot que quedaba, cuando pedí la cuenta, mis ojos
nublaron al restaurant completo, allí detalladamente me cobraban todo lo que mi
"sabuesa" se había devorado, reclamé que ella había llegado después
pero ya nada se podía hacer. La cantidad no me haría completamente pobre en la
noche pero era tan considerable que, con eso podría cenar una semana en el
mismo Le Patio.
Mi desgracia no se terminaba allí, pensé que pagar la cuenta
ajena terminaba mi mala suerte de aquella noche pero estaba en un equívoco, al
salir en el patio donde tenía que tomar un taxi, me estaba esperando Kiara, la
mesera de ojos grises a quién apagué su sonrisa con una pregunta inadecuada.
- Gracias por venir, espero que vuelva pronto.
No me importó su agradecimiento y apuré subir al taxi sin
decir alguna palabra cuando me remató con una frase inesperada.
- Usted es un grosero y bien merecido que haya pagado toda
la cuenta
Sonreía y claro fue ella la autora de mi mal rato, cómo no
podía imaginarme.
- ¿Hasta dónde se va...?
- ¿Juan Dolio, conoces?
Le dije
Yo vivo cerca, puedo acompañarte y así pagamos un solo taxi
me refutó.
Dudé un poco, que habrá planificado ahora, seguro quiere
acabarme, de pronto violarme o llevarme con algún otro cómplice, pensé.
En el camino fuimos conversando sobre la historia de su
vida, como entró trabajar al restaurant, que nunca nadie le había ofendido de
esa forma antinatural hasta a esa noche y que con ayuda de su compañera
planearon vengarse de mí y mandaron a la falsa Aracely, que no era más que la
sobrina del gerente. Reímos y le ofrecí disculpas por mi comportamiento
inhumano y quedamos igualados en hacernos la maldad. Mentí sobre la razón de mi
estadía en Santo Domingo y quedamos de vernos a la noche siguiente en otro
restaurant y ella me compensaría la broma con una cena y una canción en algún
karaoke, le di el teléfono del hotel y me marché con más tranquilidad en mi
conciencia.