"Yo no creo en el destino, para mi el destino no existe, yo creo en lo inevitable pero no en eso que llaman destino, no puede ser que todo lo que hago es un burdo juego al azar"'.
I
*****
Valeria empezó narrar detalladamente la historia
que había vivido una semana antes de llegar a la costa, Andrea la escuchaba
atentamente e iba grabando en su memoria cada detalle de la historia.
- Yo conocí al poeta, cené con él y por poco
terminamos en la misma cama. Sonrío. Valeria se preguntaba si el destino es tan
caprichoso o son las personas que buscan satisfacer sus caprichos y hacen lo
que sea para lograrlo.
- Voy contarte algo Vale, algo que leí en alguna
página y que me gustó mucho, yo me siento la protagonista, siento como si en
cada línea de la historia estoy yo. Valeria tenía en sus manos la nueva revista
de literatura que se había publicado el día anterior.
- Hablas sobre el contenido de esta revista?
- Cómo es que te llegó eso en tus manos, tan
pronto?
Andrea estaba incrédula pero de todas formas ella
empezó narrar la historia. Ordenaron margarita, la uruguaya recibía una
llamada. Ya lo llamo, colgó el teléfono y se concentró para escuchar lo que le
decía su hermana.
(...)
- No sólo tiene un club de lectoras, sino una
hermana muy celosa, que no le deja estar con nadie, dice que alguna chica le
lastimó mucho y ella tiene miedo que lo vuelvan hacer. Me enamoré Vale, es un
hombre muy culto, interesante, educado, habla con una personalidad y soberbia excitantes,
conoce el mundo porque viaja mucho y sabe prácticamente de todo y eso le hace
encantador, y le suma muchos puntos, no es guapo pero tiene y posee lo que toda
mujer quisiera y no hablo de dinero, su mirada, la seguridad en sí mismo, es
espontáneo y sabe tratar a una mujer. Puedes pasarte la noche entera
conversando con él sin aburrirte y no dejas de reír un instante, es muy
diplomático y con una etiqueta que me encanta.
-Andrea.
- Lo sé, es un arrogante.
Andrea solo había conocido a él por internet hace
mucho tiempo pero ahora ella estaba narrando su periplo por Colombia; y, ya se
había convertido en poeta y profesora de castellano, ahora se sentía capaz de
enfrentarse y demostrar que no sólo era una ilusa y romántica que veía volar
los cerdos.
- Hay una chica, se llama Abigail y es muy guapa.
- Valeria estaba ebria y abrazó a su hermana, ambas
empezaron cantar.
(...)
- Voy contarte con detalles, él estaba muy
nervioso, le prometí que le enviaría mi artículo, y seríamos coautores, me
hubiera gustado ser la editora, pero Abigail está en ese papel, así que me
conformaré con narrarte esta historia. Andrea empezó.
II
*****
Cuando acepté participar en el congreso como
ponente, ella estaba convencida de que yo entendía su mundo, lo cual no una era una
verdad absoluta. Mi único interés era llamar su atención, el único motivo que
me llevó hasta esa ciudad desconocida y una cultura casi desconocida, era una
sensación que yo no aceptaba, una sensación que seguía evolucionando de manera
sutil y devastadora.
Yo, estaba confuso en mi nuevo universo, no
quería cambiar el momento bajo ningún concepto, aunque me viese empujado por
una fuerza desconocida.
- Tengo miedo - me dijo en cuanto me vio -, pero
debo aceptar el momento. Tengo que volver a creer.
-Tienes una gran experiencia de vida. Has
aprendido con los grandes maestros, con los mejores amigos…
- En primer lugar, no es exactamente así. ¿Qué
significa aprender: acumular conocimiento? ¿O transformarlo en nueva
experiencia?
Le sugerí que saliésemos esa noche a cenar y
beber alguna copa. Aceptó la cena, pero rechazó la copa.
- Respóndeme - insistió, mirándome fijamente los
ojos.
- ¿Aprender es colocar las cosas en la
biblioteca o deshacerse de todo lo que no sirve y seguir el camino más
sencillo?
Allí estaban los libros que tanto me había
costado comprar, leer, subrayar. Allí estaba mi personalidad, mi formación, mis
verdaderos maestros.
- ¿Cuántos libros tienes? Más de mil, me
imagino. Y, sin embargo, la mayoría de ellos no los vas abrir nunca más.
Guardas todo esto porque ya los leíste no crees.
-¿No creo?
….
El que cree en los libros leerá y va descubrir
un mundo diferente, a medida que descubre, puede completar los espacios en
blanco que dejaron los escritores a propósito, para provocar la imaginación del
lector. Y, cuando completas esos espacios, empiezas a creer en tu propia
capacidad.
- ¿A cuanta gente le gustaría leer los libros
que tienes aquí pero no tienen dinero para comprarlos? Mientras tanto, tú te
quedas con esta energía estancada, para impresionar a los amigos que te
visitan. O porque no crees que hayas aprendido nada con ellos y vas tener que
consultarlos de nuevo. Esto ya es un desafío inmortal – Pensé.
Creí que ella estaba siendo muy dura conmigo.
Y eso realmente me fascinaba.
- ¿Crees que no necesito esta biblioteca?
- Creo que tienes que leer, pero no tienes que
guardar todo esto. ¿Sería mucho pedir que salgamos ahora, antes de ir al
restaurante, repartiésemos la mayoría de ellos entre la gente que nos crucemos
en el camino?
- No caben en mi auto, además no llegaríamos a
tiempo para cenar. Además, has venido aquí porque te sientes insegura de algo,
y no para decirme lo que tengo que hacer con mis libros. Sin ellos me sentiría
desnudo, vacío e incompleto.
- Ignorante, quieres decir.
- Inculto, si buscas la palabra correcta.
- Entonces, tu cultura no está en tu corazón,
sino en tu biblioteca. Me sentenció.
Ya era suficiente. Cogí el teléfono, reservé
la mesa, dije que llegaría al cabo de media hora. Andrea quería huir del asunto
que la había llevado: su profunda inseguridad le hacía ponerse a la defensiva,
en vez de mirarse a sí misma. Necesitaba un hombre a su lado, y -- ¿Quién
sabe?- si no me estaba tanteando para ver hasta dónde podía llegar YO, usando
esos artificios femeninos para descubrir que estaba dispuesto a hacer cualquier
cosa por ella.
Cada vez que estaba con ella, mi existencia
parecía justificada. ¿Era eso lo que ella quería oír? Pues bien, hablaría con
ella durante la cena. Podría hacer cualquier cosa, incluso olvidarme de la
mujer de la que estaba enamorado ahora y que estaba muy lejos, pero, por
supuesto, no iba repartir mis libros nunca.
Volvimos al tema del congreso en el taxi,
aunque en aquel momento yo estaba dispuesto a decir lo que nunca le había
dicho: hablar de amor, un tema que para mí era mucho más complicado que
hermenéutica, socialismo, filosofía oriental, pintura, arte, música,
tradiciones africanas, etc., etc.
- No tienes que preocuparte – le dije,
sintiendo ganas de cogerle la mano -. Todo irá bien. Puedes hablar de poesía, de
cómo influye las costumbres de un pueblo en la literatura actual, habla de
cosas que tú sabes.
- Si lo hago, nunca descubriré lo que no sé.
Cuando esté allí, tengo que dejar que mi mente esté callada, y que mi corazón
empiece a hablar. Pero es la primera vez que lo hago, y tengo miedo.
- ¿Te gustaría que fuese contigo?
Ella aceptó al momento. Llegamos al
restaurante, pedimos vino y empezamos beber. Yo, porque necesitaba coraje para
decir lo que pensaba que estaba sintiendo, aunque me pareciese absurdo amar a
alguien a quien no conocía bien. Ella, porque tenía miedo de decir lo que no
sabía.
A la segunda copa, me di cuenta de que sus
nervios estaban a flor de piel. Intenté coger su mano, pero ella la retiro
delicadamente.
- No puedo tener miedo.
- Claro que puedes, Andrea. Muchas veces siento
miedo. Y aun así, cuando es necesario, sigo adelante y me enfrento a todo.
Noté que mis nervios también estaban a flor de
piel. Llené nuestras copas de nuevo; la mesera venía a cada momento a preguntar
por la comida, y yo le decía que ya elegiríamos más tarde.
Hablaba compulsivamente sobre cualquier tema
que me viniera a la cabeza. Andrea escuchaba con educación, pero parecía estar
lejos, en un universo oscuro, lleno de fantasmas. En un determinado momento me
habló de nuevo de su amiga uruguaya, que me ‘’conocía’’ por ella, que era fiel
seguidora de mi diario y lectora empedernida de mi blog, que su estudio estaba
repleta de recortes de periódicos de las columnas que escribía y las paredes
cubiertos de poemas y muchos discos grabados de mis discursos. El vino se quedó
sumergido en mi garganta, frente a mí, estaba Alejandra, la muchacha aprendiz
de poeta que soportaba todos mis ‘’insultos’’ en alguna fenecida página.
Dedícate hacer otra cosa, como aprender hacer pan y no ande pensando que los
cerdos tienen alas y el romanticismo va solucionar tu decaído intelecto, y no
pretenda que le llame poesía a las triviales notas garabatosas y guturales, y
dulzainas que escribes. Me lo hizo recordar con sus puntos y comas.
- ¿Aún piensas que el amor es el arma que
vuelve estúpido al ser humano? No podría creer que el destino podría jugar
conmigo de esa manera, estaba bebiendo vino con la muchacha que hace seis años
atrás me había escrito desde su natal Buenos Aires, un poema diciendo que ‘’así
sea en 10 años podré brindar contigo’’ .
- Salud poeta.
- Salud Minerva.
- ¿Alguien te ha enseñado amar alguna vez? –
Fue su pregunta del momento.
¿Acaso estaba leyendo mis pensamientos? Yo
quise preguntarle lo mismo, quería saber si su auto-promesa poética: ‘’Mi
corazón es tuyo’’ , ‘’mi corazón te pertenece, solo me quedaré con él cuando me
vea en tus ojos oh poeta’’, ‘’mi corazón son mis versos que tú miras con
desprecio, yo no soy elegante con las palabras como tú con tu pluma’’- ‘’yo no
espero el tiempo, no miro el reloj, yo espero tus ojos y tus manos tocándome el
pelo/ Oh poeta que escondes tu tristeza en tu coraza de madera, tu arrogancia
es visible pero tu alma es noble."
Sus ojos brillaban, no sé si de alegría o
porque estaba llorando en silencio y tenía miedo de hacer brotar sus lágrimas.
- En tu blog he visto pasajes muy hermosos, sin
dejar esa tristeza y la soledad que te caracteriza, no dejas de ser misterioso,
místico y muy humano. ¿Pero le escribes a alguien muy especial? Lo digo porque
la mayoría de poemas son como una cadena, son como a un amor muy lejano, un
amor no correspondido, hay mucho dolor y soledad. ¿Aprendiste amar? Aprendiste:
Crees, dudas, por lo tanto amas.
-Andrea…
Vacilé, pero conseguí distraer su ataque,
aunque mi intención era decir algo diferente.
- Tal vez sea hora de pedir la comida ¿Me
ayudas elegir por favor?
Me di cuenta que todavía no estaba preparado
para hablar de cosas que perturban mi mundo. Llamé a la mesera, le mandé traer
la entrada, otra entrada, plato principal, postre, otro postre, y otra botella de
vino. Cuanto más tiempo, mejor.
- Estás raro. ¿Es por mi comentario sobre tus
libros? O ¿Porqué te pregunté sobre el tema del amor?. Sobre tus libros, puedes
hacer lo que quieras, no estoy aquí para cambiar tu mundo.
Yo había pensado en esa historia de cambiar el
mundo unos segundos antes.
- Andrea, siempre me dices… mejor, tengo que
decirte algo que sucedió en estas últimas 24 horas, desde que te vi ayer en la
apertura del congreso. Hablando de libros y otras cosas, cosas que se acumulan
y que ocupan espacio. Tal vez tengas razón. Hay algo que deseo darte desde que
te escuché hablando de temas sociales en el auditorio. Se hace cada vez más
pesado en mi corazón.
- No sé a qué te refieres.
- Claro que lo sabes. Hablo de algo que estoy
descubriendo ahora y haciendo todo lo posible para destruirlo antes que se
manifieste. Me gustaría que lo recibieses; es lo poco que tengo de mi mismo,
pero que no poseo. No es exclusivamente tuyo, porque hay alguien en mi vida,
pero me haría feliz si lo aceptases, de todos modos. Cómo dice el poeta
Gibran: ‘’Es bueno dar cuando alguien pide, pero es mejor todavía poder dárselo
todo al que nada pidió’’. Si no digo todo lo que estoy sintiendo esta noche,
seguiré siendo aquél que simplemente es testigo de lo que pasa, no seré el que
vive.
Respiré hondo: el vino me había ayudado
liberarme. Ella apuró la copa y yo hice lo mismo. La mesera apareció con los
platos, haciendo comentarios respecto a la comida. Nosotros dos manteníamos los
ojos fijos el uno al otro, como nunca me sentía intimidado, el silencio era
aterrador. Yo la imaginaba levantándose de la mesa, hablando de un supuesto
novio, o dándome su gratitud pero que más le preocupaba su presentación del día
siguiente. y se tenía que ir.
- ¿Hay algo que se pueda guardar? Todo lo que
poseemos un día será dado. Los árboles dan su fruto para seguir viviendo, pues
guardando es poner fin a sus existencias.
Su voz, aunque baja y un poco pausada por
culpa del vino, lo calaba todo a nuestro alrededor, decía muchas cosas sin
sonreír. Me parecía estar hablando con una esfinge.
-Es del mismo poeta que acabas de citar;
aprendí muchas cosas, no lo tengo sus libros en el que lo escribió; sus
palabras los guardé en mi corazón.
Bebió un poco más. Yo hice lo mismo. Ahora
creí inoportuno preguntarle si lo había aceptado o no. Me sentía mejor así.
- Cenemos y degustemos la comida, déjame
presumir pero la comida peruana es la mejor del mundo. Ella sonrío.
Hablamos de libros, de biblioteca, de poetas,
hablando compulsivamente, arrepentido de haber pedido tantos platos; era yo el
que deseaba salir corriendo, porque no sabía cómo seguir llevando la
conversación, y porque no era mi estilo aburrir a una mujer, pero me sentía
profundamente derrotado.
Al final, me hizo prometer que iría a conocer
su casa, donde vivía con su madre, su hermana y un perro, y aquello fue para mí
una señal. Ella quería volver a verme, había aceptado lo que yo inconscientemente
soñaba con ofrecerle desde el momento que la vi hablando en el auditorio
municipal.
- ¿Quieres decirme algo más? Fue su pregunta
final antes que abordáramos el taxi rumbo al hotel donde estaba hospedada. En
ese momento entraba la llamada de Abigail.
- Es ella. Es tu novia, la peruana que tiene
enloquecido, no me llames.
No tuve tiempo de decirle lo que quería
decirle, el taxi desapareció raudamente antes mis ojos atónitos, pero ella
estaba ebria y eso me tenía preocupado. Decidí seguirla, al llegar al hotel y
preguntar por ella, recibí como respuesta que no quería ver a nadie.
- Me voy. No estaré mañana en el auditorio, te
deseo suerte y no tengas miedo. Fue mi mensaje de voz. Minerva logró levantar
el auricular y me contestó. No puedes hacer eso, es un gran día y sin ti sólo
será uno más. Me sentí aliviado pero dentro de mí había algo que me decía que
tenía que despedirme y no seguir con esa sensación que me atravesaba todo el
cuerpo.
- ¿Adónde pensabas irte? Me comentaste que al
Perú no tenías ganas de volver.
- Me voy Canadá.
Una larga pausa de silencio que me mantenía
inquieto, pude sentir su tristeza y su desacuerdo.
-¿Por qué no me lo dijiste desde el principio
que te marchabas? Tenías que hacer todo este ritual de… para largarte.
- Debo irme Andrea.
- Te vas porque tienes miedo, porque no quieres
decirme lo que deseo escuchar.
Era casi las 3 de la
madrugada, veía mis libros volando por la costa, Abigail seguía insistiendo con
su llamada, necesitaba estar solo, concentrarme, la decisión de mi viaje a
Montreal estaba hecha, colgué el teléfono sin decir una palabra y empecé caminar
por el asfalto y no precisamente al hotel
donde me estaban esperando mis colegas.
III
La
imaginación lleva a la abstracción, la abstracción, a la creatividad, la
creatividad al arte y el arte a la imaginación.
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TRILCE
2013-Ed.ASV-Co. AFR. PC.
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